lunes, 19 de mayo de 2014

Recopilando cuentos mayas en Quintana Roo

Entrevista con Marcos Núñez Núñez, autor de la versión en español de La ardilla que soñó.


Marcos Núñez Núñez durante una entrevista radiofónica en Zacatecas

En Quintana Roo, al suroeste de Felipe Carrillo Puerto, se ubica una comunidad pequeña llamada San Andrés, en la que habitan no mucho más de 400 personas. Entre ellas, don Claudio (o don Kalín, como también lo llaman), uno de los narradores que han regalado tantos cuentos al investigador y doctor por El Colegio de Michoacán Marcos Núñez.

Aunque don Claudio no sea maestro en el sentido literal de la palabra, Marcos Núñez se refiere a él como tal. Desde 2006, el investigador (quien reside entre San Luís Potosí y El Ingenio, Quintana Roo) ha convivido durante muchos meses con el narrador maya.

“Nos dimos largas tardes platicando, largos días conviviendo en su casa, lo acompañé a su trabajo en la milpa, a cortar leña, a hacer compras a Carrillo Puerto. La vida cotidiana con él se hizo muy interesante. Y en cada momento en que estábamos en la calle, en la casa, en el trabajo de la milpa…, platicábamos de los cuentos. El de la ardilla se grabó por ahí de agosto o septiembre de 2006, en su casa. Estábamos descansando, ya habíamos regresado de la milpa cuando me dijo: ‘Oye, me acabo de acordar de un cuento muy bueno que trata de una ardilla…’”.

A pesar de las dificultades, sobre todo de integración, con las que se topó a su llegada a San Andrés, Marcos Núñez terminó recopilando casi un centenar de cuentos, aunque este tipo de relatos de tradición oral no estaban en la mira del investigador cuando llegó a Quintana Roo.

“Escogí el tema de la tradición oral maya pensando primeramente en los mitos, la mitología de la creación y los vaticinios del fin del mundo. Éstos eran los temas que yo estaba trabajando cuando empecé a encontrarme con los cuentos y los empecé a recopilar”.

Hace un año, Marcos Núñez decidió enviar uno de los cuentos recopilados a la convocatoria que lanzó ideazapato, con lo que acabaría dando lugar a La ardilla que soñó. Aunque publicó artículos académicos sobre el tema de los cuentos mayas, éste es el primero de los cuentos recopilados que se publica como tal.

"Tenía que regresárselo a la comunidad con la publicación, de alguna forma es un regreso, una devolución".

¿Cuáles fueron los principales retos a tu llegada a Quintana Roo?

Quizá fue que al principio las comunidades no me aceptaban fácilmente porque yo no soy maya. No sé cómo le hacen, yo no soy tan diferente físicamente quizá a mucha gente de allí, pero se dan cuenta quién de veras pertenece a su sociedad maya y quién no. Quizá se me salía el acento mestizo, quizá por eso se daban cuenta.

Entonces, para poder salir adelante, hablé con el patrón de la iglesia de Chankaj y le dije: “Oiga, quiero que la gente me vea bien y quiero que me acepten porque yo no estoy haciendo nada malo”. Y él me respondió: “Te recomiendo que vayas a Carrillo, compres unas velas, las traigas y las prendas en la iglesia, a ver si así la gente te ve mejor”. Y sí, así fue, hice todo esto, entré a la iglesia, me hinqué ante los santos del centro ceremonial, me quité los zapatos (porque hay que entrar sin zapatos a la iglesia) y encendí las velas en el candelabro. Hice esto aun y no ser tan devoto católico y la gente me empezó a tratar bien.

Y fue poco a poco que me fui ganando la aceptación de las personas. Primero empecé con los niños, que son los que primero te hablan y con los que primero uno convive. Después vinieron las mujeres, los maestros de la escuela, las autoridades y finalmente los hombres mayores, que eran los que me interesaban. Y ya con ellos empecé a hacer buenas amistades.

¿En este grupo de hombres mayores ubicaríamos al narrador del cuento de la ardilla, don Claudio?

Exacto. Con don Claudio en especial tuve también una dificultad adicional y es que él no quería contar nada. Me decía que no le gustaba contar las cosas sólo por contarlas, “así nomás”. Una vez que ya me iba, después de que me dijera que no, por casualidad se me ocurrió sacar un cigarro antes de despedirme. Él fumaba y yo también, ya hace ocho años de eso, y haciéndome de la confianza prendí el cigarro. “¿Quiere un cigarro? ¿Usted fuma?”, le pregunté. “A veces”. “Pues tome uno”. Y se lo prendí. Entonces, mientras estaba fumando, sacó la bocanada de humo y me dijo: “Oye, si quieres grabamos un cuento para que no te vayas así nomás”. Y así empezamos a grabar y esa fue una de las mejores grabaciones. Un cuento que se llamaba El adivino, me gustó mucho.

Y aquí es donde yo empecé a hacer mis deducciones, pues me di cuenta de que en la iglesia también había tenido que dar. Y así fui llegando siempre ofreciendo algo, menos dinero, nunca se me ocurrió dar dinero y qué bueno que no lo hice. Llegaba a la casa de don Claudio con unos tamalitos y me decía: “Vamos a grabar un cuento”. “Pues vamos, a eso vine”. “Pues vente”.

Así me di cuenta de que la reciprocidad es muy importante, no nada más desde el punto de vista de un antropólogo que está haciendo [trabajo de] campo sino para la misma comunidad. El tema de la reciprocidad es importantísimo, es un valor social, una norma social. De hecho, en los cuentos también se destaca: aquél que da a los muertos, aquél que da a los santos, aquél que da a los viejitos o a su papá… a aquél le va a ir bien.

Entre un centenar de cuentos, ¿por qué escogiste justamente el de la ardilla para la convocatoria de ideazapato?

Cuando salió la convocatoria me fijé que estaba perfilada para los niños y para los jóvenes, entonces me puse a buscar entre todos los cuentos y encontré éste. Había otros dos que también me llamaron la atención, uno de un zorro y un tigre y otro de un rey y un campesino. Pero el primero tiene muchas groserías, por lo que no quedaba para el público infantil y juvenil, y el otro era demasiado breve. Así que decidí mandar la ardilla, que además es uno de mis favoritos, me gusta mucho y me hizo reír… Porque si escucharan la versión real del maestro Claudio (que no es maestro pero yo le digo así porque es muy chingón), les encantaría la manera que tiene de contarlo. Aun así en español.

La verdad me parecía muy bonito porque expone cómo se concibe la muerte en las comunidades mayas. Imagínate un niño maya escuchando cómo se hace una devoción a los muertos a partir de personajes como una cigarra, un sereque, una tuza… Te imaginas a ellos haciendo un velorio y les estás diciendo a los jóvenes que así se hace un velorio y que así se tiene que tratar a un muerto: hay que hacerle su velorio, hay que rezarle, hay que estar con él… Es una manera de mostrar cómo es en lo cultural un asunto concebido como la muerte. Imagínate a los niños que no son mayas leyendo el cuento con todo lo que conlleva y de alguna manera transmitir esta idea de la muerte.

Aparte de que te envuelve en un contexto de la selva, te habla de la milpa y aprendes que allí donde los campesinos siembran maíz, también hay calabazas y frijoles. También he visto milpas como la de don Claudio, que tiene hasta plátanos y una casita de madera para guardar la mazorca. O sea, el trabajadero del maya está también de alguna manera descrito en el cuento y esto quizá es el tipo de enseñanzas que está proporcionando el relato.

¿Qué temas son más recurrentes en los cuentos que has recopilado? 

La verdad es que no he hecho este análisis todavía pero creo que uno de los temas que más se repiten en los más de 90 cuentos que he grabado son una serie de valores que los narradores tratan de resaltar. Uno de ellos es la humildad. Una persona humilde va a salir siempre ganando. Otro valor muy importante en estos cuentos es el valor de la astucia, que es un lugar muy recurrente. En la vida hay que ser listos para salir adelante. En la mayoría de los cuentos en que los héroes triunfan es porque fueron más astutos que sus antagonistas. Hay otro tipo de valores, por ejemplo, la devoción a los santos, a los padres, a los muertos… El personaje que honra a estos entes sobrenaturales, cuando se enfrente con problemas, va a recibir ayuda para salir adelante y ganar.

Otro tema recurrente es la resistencia a la dominación. Ese es otro tema que me parece muy interesante y es un asunto que voy a organizar en algún trabajo más amplio: cómo los cuentos de alguna manera educan o transmiten la idea de que al que te domina tú lo puedes burlar, siempre puedes darle la vuelta y ser más astuto que él. Ese dominador que los campesinos burlan o humillan está representado por un rey que tiene mucho dinero, no es una persona sencilla, trae todo lo opuesto, es una persona prepotente, tiene muchos trabajadores a quienes maltrata…

Y todavía hay otros temas como, por ejemplo, el conocimiento de la naturaleza, cómo se percibe el mundo, cómo se considera el tiempo, cómo hay que relacionarse con la selva… Son infinidad de asuntos entre los que destaca realmente la identidad.

¿Cómo fue el proceso de hacer el libro bilingüe?

La narración original fue en español. En aquel momento, mi manejo de la lengua maya era muy pobre; por esto, don Claudio me propuso hacer las grabaciones en español, ya que también es muy bueno hablando en español, es una persona bilingüe.

La verdad es que me da un poquito de culpa haberlos grabado en español y no en maya. Aunque desde 2010 decidí no grabar si no era en maya, y así lo he estado haciendo, me sigue quedando la culpa por lo que ya grabé desde 2006.

Y ya no puedo grabarlos de nuevo en maya porque algunos de los narradores ya murieron. A don Claudio, le digo que, ahora que ya le entiendo más, quiero grabar los cuentos en maya, pero me dice que no: “Pues ya te los conté, ya te los sabes, no tiene chiste”. Entonces me da mucha tristeza no haberlos grabado primero en maya.

La parte positiva fue después contactar con Hilario [Chi Canul]. Cuando le propuse la traducción del cuento, estuvo muy emocionado. Y cuando me leyó su versión, como yo ya entendía el maya, me gustó mucho, no es una versión del todo literal sino que la adapta a cómo los narradores explican los cuentos. Y ahora ya estamos pensando en trabajar otros cuentos para futuras publicaciones.

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