Cuentan que el fraile franciscano Fernando de Bulhões no podía dar misa porque había quien prohibía a los fieles asistir a la iglesia. Ávido predicador, el fraile se acercó al río y dirigió su sermón a los peces, que empezaron a acercarse y a asomar las cabezas para escuchar sus palabras.
También cuentan que, en otros lugares y en otros momentos, la facilidad de palabra del franciscano se hizo tan conocida que ninguna iglesia era suficientemente amplia para albergar a todos los que llegaban a escucharlo, por lo que las prédicas al aire libre fueron algo habitual en la vida del orador.
Fernando de Bulhões murió un 13 de junio como hoy pero de 1231. Muy poco tiempo después, fue canonizado como san Antonio de Padua.
Muchos siglos después, el entonces niño José Revueltas se divertía leyendo vidas de santos. Quién sabe si recordó la historia de san Antonio de Padua con los peces el día que dirigió su discurso emancipador a los perros famélicos que merodeaban por el Parque Hundido.
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